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Recordando la Blanca  Casona
Acompañado de mi padre
a esa  Casona llegué,
hasta la guardia escalé
tomando el brazo de mi  madre.
Y de hombría hice alarde
pues también iba mi hermano,
y  conversé muy ufano
cuando a la Escuela entraba, 
de un gran reloj que  mostraba
casi números romanos.

Llegados al hall de  acceso
verdadera catedral,
su altura descomunal
me llevó en el  embeleso.
De su perfil quedé preso
en aquella vieja escuela,
mientras  sentía a una abuela
cuando cruzaba el pasillo,
los golpes como  martillo
usando tacos de suela.

Por un largo corredor
yo miré  hacia una campana,
que en la próxima semana
yo estaría en su  sector.
De su poema el lector
seríamos obligados,
a aprenderla en  recitado
verso a verso sin error,
y que era un curita el autor
eso me  quedó grabado.

Patio uno, patio dos
patio del  buque y la piscina,
la bendita carabina
que es más cuidada que  Dios.
La infantería es atroz
con feroces brigadieres,
que gritan  nuestros deberes
y reptamos como boas,
lindo el mascarón de proa
y  muy cerca los talleres.

Unos viejos pitiporos
una yola  para boga,
y colgando largas sogas
para subir sin decoro.
Ay cama  como te adoro
cuando siento yo al corneta,
que con su bella  retreta
nos indica dulces sueños,
y dormimos como leños
pues  cansarnos es la treta.

Tocan diana y a la ducha
nos  gritan los brigadieres,
el agua helada, placeres
toda la escuela  pilucha.
Y como el agua no es mucha
nos vamos en tiritones,
a  vestirse - grandulones -
nos gritan nuestros guardianes,
nuestros  gurúes, chamanes
llenos de bellas dicciones.

Y que salte la moneda
encima  de nuestra cama,
y bien doblado el pijama
para que nada suceda.
Ellos  usan guante de seda
en el trote matinal,
deferentes sin igual
cuando  atrasamos el trote,
nos agarran del cogote
nos dicen fulano de  tal.

Desayuno bien caliente
una  hallulla o pan batido,
el Monroy apetecido
junto a un porridge  diferente.
Ya el calorcito se siente
que traspasa tus latires,
y te  ordenan te retires
al estudio matutino,
do, aprenderás el camino
que  ordenarán tus sentires.

La mañana de trabajos
entre  estudio e infantería,
equipamos día a día
y manejos a destajo.
Y así  pelamos el ajo
más termina la mañana,
 y en asearse uno se ufana 
sin hacer algarabía,
viene el parte de mediodía
luego a rancho lleno  de ganas.

Retirada sin casino
vamos al  mascarón de proa,
a pitearse un Baracoa
con suave paso cansino.
Si te  pillan el destino
grave cincuenta pa'arriba,
por eso es mejor que  escriba
una carta a la polola,
cuyo recuerdo arrebola
y es tarea  lucrativa.

Esta tarde  actividades
basketball mi división,
donde pongo mi pasión
y también  habilidades.
Allí muestro mis bondades
que en el juego he  desplegado,
y he sido seleccionado
para jugar por la Escuela,
será  una dulce mistela
el ser bien considerado.

De paso hacia la  piscina
enfrentamos ropería,
donde a la Morfi vería
en visitas  clandestinas.
Después sería rutina
la visita semanal,
lo pasé  fenomenal
junto con otros carretas,
pues usamos cualquier treta
en  esta atracción fatal.

El gimnasio, colchonetas
clase  de judo en los petates,
para sufrir los embates
hasta hacernos buen  atleta.
Mesa de salto, piruetas
la piscina tablón alto,
donde yo me  tiro el salto
para darme zambullida,
la piscina apetecida
y temperada  resalto.

Plantón diez tan  recordado
pues parado en una esquina,
con una o dos carabinas
nos  dejaban castigados.
Y con mochila equipados
a veces nos  agregaban,
porque así nos alegraban
en el silencio nocturno,
mientras  medios taciturnos
nuestros ojos pestañeaban.

Sala de actos, sala de  cine
también capilla naval,
la misa, el padre Pascal
nuestro viaje a  los jardines.
Patio del buque y sus confines
los talleres  escondidos,
donde un grupito escogido
bautizamos fumadero,
con un  mesón cervecero
nuestro lugar más querido.

También oficié de  cantante
en el casino de quinto año,
me pegaban a su amaño
los  brigadieres tunantes.
Hice gala de desplante
porque canté con  guitarra,
y le armé tremenda farra
cuanto canté seguidillas,
unas  cuartetas muy pillas
cuando al leseo lo agarras.

Me queda la enfermería
algirol  - gotas nasales,
donde obteníamos vales
para comer a porfía.
Al  ajedrez perdería
el postre de la comida,
pues no ganaba  partida
porque jugaba con tedio,
y firmaba por remedios
que no usé  nunca en mi vida.

Y el viejo reloj me queda
que  visité varias veces,
puse ni nombre con creces
donde hasta hoy día se  hospeda.
Ya termino en esta rueda
donde conté con esmero,
que forjé  alma de guerrero
en esa Vieja Alma Mater,
y que fue un volcán sin  cráter
o como el yunque del herrero.

Hoy celebramos la  Escuela
cuando iniciamos Agosto,
camino ancho y angosto
tiempo que  nace y que vuela.
Despleguemos hoy las velas
y empavesado total,
que  en la Nave Espiritual
donde hoy hago pilotaje, 
sea éste, mi  homenaje
a nuestra Escuela Naval.
 

De Rafael Lüttges D.
Julio  2003.